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¿Es normal que mi familiar con demencia tenga episodios de ansiedad o depresión?

Cuando una persona recibe el diagnóstico de demencia, lo primero que suele preocupar a la familia son los fallos de memoria, las confusiones o las dificultades para razonar.

Pero hay algo igual de importante que muchas veces se pasa por alto: los cambios emocionales.

¿Por qué aparece tristeza, ansiedad o irritabilidad?

Porque la demencia no solo afecta a la memoria.

Afecta al cerebro.

Y eso incluye también cómo nos sentimos, cómo reaccionamos y cómo interpretamos lo que vivimos.

No es raro que una persona recién diagnosticada:

  • Se sienta más triste o apagada.
  • Tenga momentos de ansiedad o angustia.
  • Esté más irritable o sensible.
  • Reaccione con miedo o desconfianza sin motivo aparente.

“Ya no es como antes”

Es una frase que escucharás mucho.

Y sí, puede que tu familiar parezca más serio, más callado, o todo lo contrario: más nervioso y desconfiado.

Estos cambios no siempre son fáciles de identificar, porque no todos lloran o expresan lo que sienten.

Pero están ahí, y forman parte del impacto emocional de la enfermedad.

¿Qué puedes hacer tú?

Escuchar sin presionar. A veces no quieren hablar… pero sí quieren sentir que estás.

Evitar los “tienes que animarte”. En lugar de exigirles estar bien, acompaña su proceso.

Observar con atención. Cambios sutiles de ánimo o conducta también cuentan.

Buscar apoyo profesional si la tristeza se mantiene o bloquea la vida diaria.

Recuerda:

Una persona con demencia no solo olvida.

También siente distinto. Se agobia, se entristece, se desconcierta.

Y tú puedes ayudar mucho más si entiendes que todo eso no es un capricho ni una exageración.
Es parte de la enfermedad.

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